La fuerte competencia que desata la oferta innovadora y atractiva de las fintech contra la banca tradicional no siempre desemboca en una guerra. Ágiles, emergentes y ambiciosas, las fintech prestan servicios financieros de forma más rápida, eficiente y amigable que la banca tradicional.
A pesar de llevar un ADN competitivo, las fintech han expresado disposición a firmar alianzas estratégicas con las entidades tradicionales, asegurándose de esta forma un crecimiento en el corto plazo.
Según Antonio Herráiz, director del programa de banca digital del Instituto de Estudios Bursátiles de España, una de las alianzas más exitosas es la del Banco Santander con Funding Circle en el 2015, la cual consiste en ofrecer a través de una plataforma digital, un modelo de financiación alternativa, el peer-to-peer lending, es decir, los préstamos entre particulares.
Este ejemplo, según Herráiz, destaca las oportunidades que pueden aprovechar los nuevos y tradicionales actores en la que el banco puede acelerar el proceso de innovación y desarrollar servicios que antes no podía debido a su estructura tradicional y las fintech por su lado, alcanzar una cartera de clientes que por el momento sólo tiene el banco generando un ecosistema atractivo para sus públicos.
Ambos, como objetivo principal, se encuentran planificando una mejora en la experiencia, gestiones automáticas y comisiones bajas puesto que el foco se encuentra en el cliente.
Por otro lado, están los bancos que identifican una necesidad y desarrollan “in house” un producto fintech que comercializan directamente. Tal es el caso de BBVA Valora, una aplicación que proporciona precios estimados de los préstamos hipotecarios y ayuda al cliente en su contratación.
Entonces, ¿por qué no pensar en fintech como aliados estratégicos? La fórmula al corto plazo parece ser atractivo, el factor dinamismo innovador de las fintech y el alcance de oportunidades de los bancos pintan panoramas con grandes beneficios.
Sin embargo aunque parezca una implementación sencilla, la banca tradicional puede interponer barreras difíciles de afrontar, entre ellas los pesados proyectos informáticos de grandes inversiones que chocan contra las estructuras sencillas, baratas y fáciles de las fintech.
Es ahí donde se abre el dialogo para encontrar esos espacios de inversión y ganancia entre ambas partes.